
Fernando Antonio Muñoz Bareiro
6 de febrero de 1947
3 de abril de 2020


Fernando Antonio Muñoz Bareiro, o como le decían sus amigos y familiares, “Pato”, nació en Asunción el 6 de febrero 1941, pero fue un orgulloso lambareño toda su vida. De pequeño, vivía cerca de la iglesia Don Bosco, donde pasaba horas jugando fútbol en la canchita de la iglesia con sus amigos para luego regresar a casa feliz, completamente rojo y cubierto de tierra.
Siendo él muy amiguero, salir a caminar con Pato siempre significaba parar a saludar a alguien conocido. Y es que Pato era reconocido por su enorme bondad, humildad, y solidaridad. Siempre se preocupaba por los demás, y estaba dispuesto a ayudarlos de alguna forma. Era una persona muy observadora, de pocas palabras, pero con los mejores consejos; y a quien todos acudían cuando necesitaban fuerzas para continuar.
Fue visitador médico para el laboratorio Gramon Paraguay, donde tuvo la oportunidad de conocer el Paraguay, y en el año 1978, al amor de su vida: Graciela, o “Flaca” como le apodó él de cariño. Con Graciela tuvo dos hijas: Estefanía, o “Tochita” y Rocío. Ellas, a su vez, le regalaron 4 nietos: Fabrizio, Sebastián (“el Alemán”), Santiago, y Francisco.
Además del fútbol, sus otras grandes pasiones eran la lectura, la música, los animales y la naturaleza. Sus animales favoritos eran los pingüinos, porque le resultaba muy gracioso su forma de caminar. Para Pato era muy importante que sus nietos también aprendan a respetar y amar a la naturaleza, y es por eso que desde chicos, los llevaba al zoológico y a los parques, enseñándoles a agarrar a los animalitos sin herirlos. También siempre quiso traspasarles la importancia de nuestra cultura, a través de lecciones de guaraní e historia, y visitas a los museos de los mitos y leyendas. Una frase que le gustaba repetir era, “Ñande retã iporaiterei ñandente ko ñamovai”. Esto llevó a que sus nietos lo consideraran como “el mejor profe”, y hasta decían a sus amiguitos con orgullo “Mi abuelo sabe todo”.
A Pato le encantaba compartir en familia, los desayunos y charlas con los amigos, y sentarse en el patio a leer un libro, hablar de historia y filosofía.
Siempre recalcaba a sus hijas y nietos que los amigos son lo mejor de la vida, y que debían valorarlos y cuidarlos mucho, ya que son los amigos los que estarán ahí siempre.
Fernando Antonio Muñoz Bareiro era una persona excepcional y brillante, un hombre de corazón enorme y sabias palabras, siempre justas y precisas. Su amada esposa, queridas hijas y adorados nietos ahora seguirán sus pasos para hacer valer su hermoso legado, el amor a la familia.