En la historia de nuestra existencia, de la humanidad, la familia ha tenido siempre un lugar muy importante y una misión irremplazable: en ella crecemos y aprendemos. Nuestro núcleo familiar puede estar compuesto por personas a las que estamos unidas por sangre, valores, inclusive creencias religiosas, pero más allá de esto, la familia es ese conjunto especial de personas que son parte de tu vida y que te quieren en la suya. Por ende, cada familia es por sobre todo sagrada, y es donde podemos crecer, aprender y amar. Es así, como la familia, se convierte también, en un lugar desde donde aprender y vivir la espiritualidad.
Pero ¿qué es la espiritualidad?
Cuando hablamos de espiritualidad, nos referimos a un estilo de vida y una forma de contemplar la vida desde el BIEN, el AMOR, y la COMPASIÓN, independientemente a la religión que cada familia pueda elegir. Y, si observamos lo que pasa día a día en la actualidad creo que muchos de nosotros estarían de acuerdo en decir que es, más que nunca, necesaria.
¿Por qué es tan necesaria la espiritualidad?
Porque como bien lo dijo alguna vez John Bradshaw, “Nuestra espiritualidad construye nuestro ser”. A través de la espiritualidad logramos comprender lo que somos, y el papel que desempeñamos en esta vida como personas individuales y también como humanidad. La espiritualidad, nos invita a transitar un camino de crecimiento personal, en el que constantemente, buscamos ser mejores para nosotros mismos y para los demás. Y, a medida que vamos transitando el camino de la espiritualidad, vamos dando también más valor al camino. Esto es lo que la hace tan importante y tan necesaria.
Espiritualidad en el ser humano
La enseñanza espiritual es el mejor fundamento sobre el cual puede crecer una persona, ya que nos introduce al código ético y moral. Desde la familia, es importante tomarse el tiempo para inculcar este camino de amor e invitar a elegir siempre el mejor camino, el camino del bien.
Como todo en esta vida, la formación espiritual tiene peso cuando la enseñanza que damos, refleja nuestra propia conducta. Por eso es importante dar el ejemplo.
“Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra”.
¿Cómo inculcar la espiritualidad familiar?
Bien, podemos decir que sí estamos inculcando y promoviendo una vida espiritual en nuestras familias cuando:
Inculcamos el valor de nuestro cuerpo – nos cuidamos, tenemos hábitos saludables con el ejercicio y el descanso.
Valoramos nuestro ser –promovemos pensamientos positivos y empáticos hacia nosotros mismos.
Respetamos la vida de los otros – respetando a las personas que nos rodean, dentro y fuera de la familia, promoviendo el buen trato.
Enseñamos a valorar la verdad y la bondad, llevando una vida digna y servicial.
Cuidamos el entorno y la naturaleza que nos rodea porque comprendemos que no es solo nuestra sino de todos.
Por esto y más, la espiritualidad es clave para descubrir y vivir desde el AMOR, que se traduce en muchas cosas como: el respeto que tenemos por los demás, la justicia que buscamos para los menos favorecidos, la solidaridad que inculcamos en nuestra comunidad y la tolerancia hacia quienes piensan diferente. La espiritualidad es necesaria porque nos da la capacidad de asombrarnos ante la vida, y en esta hermosa búsqueda y reflexión sobre el regalo que es la vida, la familia tiene el rol estelar.
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